Sapiencia Juiciosa

Juicios enjuciados injuciamente

El señor don Pepo tenía un gallo. Los muchachos a la salida del colegio tenían la mala costumbre de asustar a los animales que vivían en su corral. Don Pepo había construido una tapia de un metro de alta. Pero nada pudo remediar. El animal puso un huevo y dice don Pepo que se lo habían robado los muchachos. Juan es bajo, y dice que no pudo saltar la tapia. Tomé dice que olvidó las gafas en casa y, que sin gafas, no puede ver un huevo ni aunque lo tenga en la mano. Isaías afirma que ese día no fue al colegio. Y Tirso que a él los huevos no le gustan. Después de investigar las coartadas de los muchachos, el detective descubrió quien mentía. ¿Quién?

Alex es vigilante nocturno, trabaja las siete noches de la semana en una fábrica de piezas para coche. De pronto, hecho un manojo de nervios acude a su jefe diciéndole que la noche anterior ha soñado que iba a tener un accidente de tren. Alex sabe que su jefe tiene que hacer un viaje y le alerta para que no tome el tren.

El jefe, se impresiona con el realismo del sueño y decide no viajar. Al día siguiente, lee en las noticias que el tren en el que iba a viajar había colisionado con otro. Se acerca a Alex y le da las gracias por el aviso, le entrega un millón de euros por haberle salvado la vida y acto seguido… ¡Le despide! Claramente una injusticia. ¿O no?

Un ajedrecista jugaba al ajedrez solo. Se le acerca un obispo y pregunta que cómo juega solo. Le responde que está jugando con Dios y que acaba de perder. La apuesta eran diez monedas y se las entrega al obispo para que se las lleve a Dios. Pero al día siguiente, en la misma escena, dice que acaba de ganar y que Dios le debe cien monedas. Pretende que el obispo le pague y este se reconoce víctima de una estafa. Paga, pero el ajedrecista es detenido a las pocas horas y llevan a cabo «Un juicio de Dios». Elegirá un pequeño papel de dos que le ofrecen. Le informan que en uno pone «soy culpable», y en el otro «soy inocente». El ajedrecista sabe que mienten y que han puesto culpable en los dos. ¿Que haría pasa salvarse?

¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?

Lo juro

¿Dónde estaba el perro que dice que le mordió?

No estaba en la caseta uno. No estaba en la caseta dos. Tampoco estaba en la caseta tres.

¿Se burla del jurado?

No. Además les he dicho el nombre del perro.

Un esquilador llega a un pueblo y para promocionar sus habilidades se acerca a una casa donde un hombre está tomando el sol y no muy lejos está un perro lanudo.

Buenos días. ¿Quiere que le corte el pelo al perro? Bueno, contesta el hombre. ¿Quiere que le deje un pompón en la cola, que se lleva mucho? Bueno, contesta el hombre. ¿Quiere que le deje el cuello rapado? Bueno, contesta el hombre.

Una vez acabado, le dice: ¿Qué le parece cómo ha quedado? La verdad que muy guapo ha quedado. Pues ahora, págueme. Y el hombre le responde: Yo no tengo por qué pagarle.

Fueron a juicio y perdió el esquilador. ¿Por qué?

Mató a dos padres y dos hijos, pero sólo aparecieron tres cadáveres. A los detectives les fue imposible encontrar el cuarto. Pero le ajusticiaron por cuatro asesinatos. Una injusticia. él sólo mató a dos padres y dos hijos. ¿Dónde está el equívoco?

Para enjuiciar el talento de aquel pirata le propusieron participar en el cumpleaños del capitán. A la hora de la tarta, una tarta redonda, le dijeron: muchacho, ya ves que somos ocho, pero si no haces ocho raciones iguales con solo tres cortes, ay, te tiramos por la borda. ¿Cómo lo hizo?

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